No
puede evitar esbozar una sonrisa cuando los niños llaman a su puerta,
disfrazados de vampiros, hombres lobo y otras criaturas terroríficas. Le
encanta verlos así de felices, pidiendo caramelos, una noche de diversión entre
los más pequeños.
Son
las cinco y media de la tarde. Pronto empezarán a llegar niños a su puerta.
Apenas
piensa esto, y alguien toca el timbre. Lady Midnight se levanta con parsimonia
y abre la puerta, ya preparada para escuchar la famosa frase: ¿truco o trato?
—¡Qué
disfraz tan bonito! —dice al primer niño, vestido de Superman—. ¿Vas a salvar
el mundo?
El
pequeño sonríe tímidamente y asiente con energía.
—Las
chuches están en el salón, ¿queréis pasar y coger las que queráis?
—¡Sí!
—gritan todos los niños a coro.
Lady
Midnight les deja pasar, feliz de ver la ilusión brillando en sus ojos. Es ése
momento de alegría tan pura y sencilla lo que hace que se obligue a sí misma a
mover sus artríticas articulaciones cuando acuden a su hogar en busca de dulces.
En
el salón los niños se encuentran con muchos cuencos llenos hasta arriba de
chucherías. Enseguida empiezan a meter algunas en sus bolsas; primero
tímidamente, luego con más rapidez.
—¿Le
gusta mi disfraz, señora? —pregunta una niña de cinco años, vestida de
princesa.
—¡Es
precioso! —sonríe Lady Midnight—. Le viene que ni pintado a una niña tan bonita
como tú.
La
pequeña suelta un gritito de alegría.
—Muchas
gracias, señora —van diciendo uno a uno cuando acaban.
Y,
finalmente, todos se van. Sin darse cuenta de que falta uno.
Lady
Midnight cierra la puerta y vuelve al salón. Ahí sigue uno de los niños,
disfrazado de león.
—Cariño,
¿cómo te llamas? —pregunta con amabilidad.
—Robert
—responde el niño, mientras sigue llenando sus bolsillos y bolsas de más y más
chucherías.
—Tus
amiguitos ya se han ido, ¿no quieres ir con ellos?
—Ahora
iré —contestó Robert, sonriendo—. Es que tiene usted muchas, muchas chucherías.
—Para
eso es este día, ¿no? —bromea Lady Midnight—. Tenéis que disfrutarlo.
Robert
asiente enérgicamente, terminando de llenar una de sus bolsas, que ya está a
rebosar.
—Muchas
gracias, señora.
—No
hay que darlas —contesta Lady Midnight con una sonrisa.
—Creo
que mejor me voy ya.
Robert
se gira para salir del salón, y Lady Midnight posa una mano en su hombro, sin
borrar la sonrisa de su rostro.
—No
lo creo.
Rápida
como una centella, hunde sus colmillos en el cuello del niño, absorbiendo la
sabrosa sangre. El cuerpo de Robert cae al suelo, inerte; los ojos clavados en
un cuenco de chucherías.
Lady
Midnight sonríe.
Sí,
no hay ninguna duda: Halloween es su época favorita.
¡Hola!
ResponderEliminarEste relato me ha gustado mucho y viene genial para esta epoca del años, aunque ya haya pasado un poco ese día jaja
Besos!